Bienvenido a Monte Caseros, un tesoro en el extremo sud-este de la provincia, ubicado majestuosamente a orillas del río Uruguay. En este punto tripartito, convergen las fronteras de Argentina, Brasil y la República del Uruguay, haciendo de Monte Caseros un lugar único donde la historia y la diversidad cultural se entrelazan.
La historia de Monte Caseros comienza en el contexto de las luchas por la soberanía y el control territorial de la provincia de Corrientes en el siglo XIX. La cercanía con el recientemente fundado pueblo de Santa Rosa del Cuareim (hoy Bella Unión, Uruguay) generaba frecuentes incursiones y contrabando de ganado, lo que llevó al gobernador Pedro Dionisio Cabral a ordenar, el 5 de octubre de 1829, la fundación de un nuevo asentamiento llamado Paso de Higos, en referencia a los abundantes higuerones que bordeaban el río Uruguay.
El agrimensor Santiago Achinelli fue encargado del trazado del pueblo, delineando una plaza central rodeada de solares y una legua de chacras. Sin embargo, el proyecto inicial encontró dificultades: la población local, de origen misionero y charrúa, vivía de manera seminómada, dificultando la organización de un núcleo urbano estable.
A pesar de los obstáculos, Paso de Higos mantuvo su importancia estratégica como punto de control fronterizo y aduanero, fortalecido por un decreto que obligaba a que todas las mercancías provenientes de la Banda Oriental ingresaran por este paso.
Tras varios años de estancamiento y disputas sobre la propiedad de la tierra —especialmente en torno al Rincón de la Merced—, el gobernador Juan Gregorio Pujol impulsó en 1855 la refundación del pueblo. Así, el 2 de febrero de ese año, Paso de Higos fue reorganizado como cabecera departamental, consolidando su estructura urbana y sentando las bases de lo que sería el futuro Departamento de Monte Caseros, creado oficialmente el 2 de marzo de 1858.
Aunque inicialmente mantuvo el nombre de Paso de Higos, la identidad popular y el uso oficial comenzaron a consagrar el nombre de Monte Caseros, evocando las raíces históricas y culturales de la región.
La segunda mitad del siglo XIX fue testigo de una profunda transformación en la ciudad. Bajo la dirección del agrimensor Carlos Alfredo Wybert Bouvier, entre 1870 y 1875, Monte Caseros amplió su planta urbana respetando el generoso diseño original de Achinelli: calles amplias de 34 metros de ancho y manzanas de 95 metros de lado. Este trazado singular continúa siendo un sello distintivo de la ciudad.
La llegada del Ferrocarril del Este Argentino en 1875 marcó un antes y un después. Conectando Monte Caseros con Concordia y otras localidades, el ferrocarril impulsó el crecimiento comercial, facilitó la exportación de productos agrícolas y fortaleció el puerto de "El Ceibo". La ciudad comenzó a extenderse alrededor de la estación ferroviaria, consolidando un nuevo centro cívico y económico.
La inmigración y el alma de la ciudad
Otro hito crucial fue la llegada masiva de inmigrantes europeos, en su mayoría italianos y españoles. Estos nuevos pobladores no solo aportaron fuerza laboral, sino también conocimientos técnicos, nuevas costumbres y un estilo arquitectónico que aún embellece las calles de Monte Caseros.
Constructores como Domingo Anzini, Cipriano Teppani y Juan Bautista Gilardoni participaron en la construcción de edificios emblemáticos como la Parroquia Nuestra Señora del Rosario (1875), el Club Social (1881) y diversas casas residenciales de inspiración italianizante y pintoresca.
La vitalidad cultural se manifestó también en la fundación de instituciones como la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos "Unione e Benevolenza" (1882) y la Sociedad Española de Socorros Mutuos (1891), que fortalecieron el tejido social y cultural de la ciudad.
Modernización y expansión
Hacia finales del siglo XIX y principios del XX, Monte Caseros experimentó un notable desarrollo urbano y social. Se crearon hospitales, bancos, imprentas, escuelas y clubes deportivos. La inauguración de la sucursal del Banco Nación en 1920 y la llegada de servicios como el alumbrado eléctrico (1929) reflejaban una ciudad en constante evolución.
La arquitectura bancaria, escolar y residencial adoptó estilos eclécticos y academicistas, mostrando la influencia de las corrientes europeas y el espíritu progresista de la época.
Monte Caseros no solo creció en tamaño y población, sino también en identidad, consolidándose como un cruce de caminos, un puerto de encuentro de culturas y un bastión de historia viva a orillas del río Uruguay.